VII

El resultado de mi visita a Pedro fue muy distinto a lo que yo tenía previsto. Llegue sediento de respuestas, como un lobo dispuesto a atacar y me fui como un manso cachorro. Intuí que no valía la pena consultarle si sabía algo de los mensajes extraños, y por eso no se lo pregunté. Salí de allí con la firme creencia de que Pedro sería incapaz de hacerme algo así, ahora que lo conocía mejor definitivamente lo descarté como el remitente de los mensajes. Así que algo más profundo estaba pasando. Para colmo varias horas después de que estuve donde Pedro me llegó un tercer mensaje:

“Eres lindo, me entristece que no pueda estar contigo, sabes que te observo desde aquí”

No estaba dispuesto a darle gusto a quien fuera que me enviaba esos mensajes, así que decidí no contestarle ni llamarle. Pase varios días con sus noches barajando posibilidades, ¿será que yo saque la tarjeta SIM del teléfono de abuela antes del entierro, luego olvide insertarla y al final la enterré creyendo que el teléfono tenía la tarjeta?, y si esta posibilidad fuera cierta, ¿talvez alguien encontró la tarjeta y ahora esa persona me envía los mensajes desde otro teléfono?… ¿talvez alguien saco la tarjeta del teléfono en algún momento sin que yo me diera cuenta y la cambio por otra?… estas posibilidades tenían cierto margen de credibilidad, pero aun así ¿Por qué alguien sería tan cruel o tan estúpido para bromear o tratar de asustarme de esta manera?. Además para poder utilizar la línea en un teléfono distinto, primero hay que activar la tarjeta SIM utilizando un código de cuatro dígitos, que solamente yo conocía, porque fui yo el que le instaló la tarjeta al teléfono cuando lo compré.

Al día siguiente, María José y yo nos vimos en el parque. Ella estaba ansiosa de respuestas de donde había estado ayer. Y yo le conté todo desde el principio, de cómo le había comprado un celular a la abuela poco antes de morir, de cómo la enterré con él, de cómo ahora me estaban llegando mensajes de un teléfono que se supone está a tres metros bajo tierra y que ayer estuve donde Pedro tratando de averiguar algo al respecto. Me costó bastante ordenar la historia y a veces ella ponía cara como de no me creo nada de nada. (No la culpo) pero a fin de cuentas me comprendió, y se convenció cuando le mostré los mensajes recibidos que estaban en la memoria de mi teléfono. Después de batallar un poco para que ella entendiera en su totalidad la historia, empezamos a barajar posibilidades juntos, y llegamos a que definitivamente esto fue obra de alguien dentro de la casa, solo habían dos posibilidades: Angélica y Vanessa. En ese punto María José me dijo:

Estoy segura de que fue Vanessa. O por lo menos algo tiene que ver.

– ¿Por qué? – le pregunté aun sabiendo la respuesta.

– Es muy obvio, ella esta celosa desde que nos conocimos, usted mismo me contó que lo trató de estúpido o de idiota, no sé, y a mí nunca me habla, se la pasa haciéndome malas caras y hablando mal de mí. Angélica me contó que Vanessa tiene años de estar enamorada de usted y ahora que yo aparecí ella siente que lo terminó de perder y quiere vengarse de alguna forma; tonta e infantil.

Muy en mis adentros, yo ya había analizado esto, pero una parte de mí no quería aceptarlo. Así que le respondí a María José:

Entonces, si eso fuera cierto, ¿cómo y en qué momento Vanessa obtuvo el teléfono o la tarjeta SIM? No sé, Alejandro…yo creo que lo mejor es que hablemos con la madre de Vanessa, para que la obligue a confesar que es lo que está pasando.

Esa misma noche, fui a la casa de Vanessa, quería hablar con ella y doña Marta al mismo tiempo. Al llegar y llamar al intercomunicador, me contesto Vanessa:

– Váyase de aquí, no le voy a abrir. –

Volví a tocar el intercomunicador, y le dije con firmeza a la adolescente:

– Mire, Vanessa, hágame el favor y ábrame la puerta porque tengo un asunto muy importante que hablar con usted, su mama y con su papa también, si está. Ya estoy harto de estos jueguitos, quiero que usted me diga que es lo que está pasando de una buena vez–

En eso escuche la voz de doña Marta que me decía: –buenas, ¿en qué le puedo ayudar?–

Ella se había dado cuenta de la discusión que Vanessa mantenía por el intercomunicador y la interrumpió. Entonces le contesté: –buenas noches doña Marta, soy Alejandro, ¿podríamos conversar un momento?, es un asunto muy importante… inmediatamente escuche el sonido del portón al abrirse. Doña Marta me recibió en la puerta y me preguntó: ¿Qué pasa ale?, ¿Cómo esta Angélica?, ¿están bien en la casa?, a lo que respondí: –si claro, doña Marta, no se preocupe, estamos bien. El motivo de mi visita es por una situación un poco extraña y necesito hablar con usted y Vanessa al mismo tiempo para ver si ella sabe algo de lo que está pasando. –

Doña Marta se asustó un poco. Agregué: –no se preocupe, sentémonos y le explico–. Entonces nos sentamos los dos en un sillón de la sala. –doña Marta, necesito que Vanessa este aquí. ¿Podría llamarla? En eso Vanessa apareció como de la nada y dijo:

–Aquí estoy, yo no hice nada–.

En cuestión de poco más de una hora, le narre a doña Marta toda la historia, al igual que con María José, por momentos no parecía creerme, pero al final de cuentas, si lo hizo. Me llamo la atención que mientras contaba la historia, Vanessa no pareció sorprenderse, y en algún momento cuando mencioné a María José, hizo muy mala cara.

Y casi finalizando el relato, doña Marta me preguntó: ¿y que tenemos que ver Vanessa y yo en esto?… a lo que conteste: – doña Marta, como ya le expliqué, ando descartando opciones, y analizando la situación me pareció que talvez usted o Vanessa podrían saber algo… especialmente Vanessa porque su actitud conmigo últimamente ha estado muy extraña, fíjese usted que estos mensajes me empezaron a llegar justo cuando empecé a salir con María José, y eso coincide con el cambio de actitud de Vanessa, sinceramente creo que todo esto es por celos. – ante esto Vanessa se indignó y pronuncio un grito de: – noooo eso no es cierto, yo no estoy celosa, usted es un idiota – y agarró un vaso de chocolate que estaba tomando y me lo tiro en la cara. Luego de eso prosiguió: – esa vieja con que usted anda es una ramera, eso es lo que me enoja, no son celos, yo la he visto con otros… luego de la escena, salió corriendo mientras lloraba. Doña Marta gritó: ¡Vanessa, pero por dios!, Yo no pude soportar la ira que me dio verme lleno de chocolate, y allí mismo agarré mis cosas y salí maldiciendo de la casa, cuando llegue al portón, doña Marta lo abrió desde adentro. Esa noche me costó conciliar el sueño de la cólera que tenía.

Pasados unos tres o cuatro días del incidente del chocolate, al salir del trabajo vi que tenía una llamada pérdida de la casa de Vanessa. Yo no contesté porque muchas veces dejo el teléfono en silencio cuando estoy trabajando. Devolví la llamada y me contesto doña Marta. Me dijo que quería hablar conmigo sobre lo que había pasado el otro día y que había hablado con Vanessa y quería disculparse conmigo.

Cuando llegue, doña Marta me ofreció café y arepas. Le acepte la comida con gusto. Vanessa no había llegado del colegio aún. Estuvimos hablando un poco mientras tanto. Doña Marta me dijo que lo de los celos de Vanessa si era verdad, pero que ninguna de las dos sabía nada sobre los mensajes. Que ella había tenido una conversación muy sincera y profunda con Vanessa y que el mismo día en que me tiro el chocolate, ella le confesó que si estaba celosa pero que no tenía nada que ver con los mensajes extraños que me estaban llegando.

Por fin llego Vanessa. Cuando me vio bajo la cabeza y no sabía qué hacer. Lentamente se me acercó y me dijo entre sollozos: – perdón…–. Yo estaba sentado, me puse de pie y le di un abrazo. – Tranquila, todo está bien–. Ella se limpió los ojos, y se fue a su cuarto. Luego de eso doña Marta me invitó a comer, pero preferí irme. No sin antes pedirle que si llegaba a saber algo de los mensajes me lo dijera. En el fondo, yo aún sospechaba de Vanessa.

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